martes, 30 de abril de 2013

La Metropolitana: sin filtro para la represión



Lo que sucedió el pasado viernes 26 de abril en el predio del Hospital Borda fue un claro ejemplo de que la represión sin escrúpulos empapa el leitmotiv fundacional de la policía “ejemplar” de la Ciudad de Buenos Aires: reprimir con todos los elementos posibles, incluso desoyendo a la Justicia burguesa y pulverizando los “protocolos humanistas” del accionar policial. Si bien lo que todas las fuerzas represivas del aparato estatal intentan disfrazar, las huestes de Macri lo realizan abiertamente, llamó la atención la ferocidad con la que atacaron a internos, enfermeros, médicos, militantes, docentes, periodistas y diputados. En gran parte, la mediatización extrema se debe a que varios legisladores sufrieron en carne propia lo que sufren miles de trabajadores y desocupados cuando salen a luchar a las calles. Más allá de relatar la sucesión de hechos, es importante destacar que lo acontecido en el Borda es solo un caso más dentro del sangriento prontuario de la policía Metropolitana. Incluso leve si lo comparamos a los dos muertos del Parque Indioamericano –operativo conjunto con la Federal- y los varios heridos de plomo durante el desalojo de la Sala Alberdi. Lo interesante es saber que se oculta detrás de la “fantochada” a lo Scotland Yard: un cuerpo plagado de ex represores militares, expulsados de la Federal, espías, marinos retirados y varios procesados por casos de “gatillo fácil”, todos estos amparados por el Jefe de Gobierno Mauricio Macri y el Ministro de Justicia y Seguridad porteño Guillermo Montenegro.

Después del canto del gallo

Ya a las 6 a.m., la empresa contratista -sin orden judicial alguna- comenzó a desalojar maquinarias y mobiliario del Taller protegido 19 del Hospital Borda en la zona de Barracas. El operativo contó con la custodia de varios agentes de la Policía Metropolitana. En ese taller, de suma importancia y quizás uno de los pocos espacios donde los internos del Borda podían sentirse contenidos, se enseñaban oficios, realizaban actividades culturales y tareas de rehabilitación fundamentales para el tratamiento psiquiátrico. En pocas horas, fue reducido a una montaña de escombros.  El pretexto: despejar la zona para que en ese sitio se emplazara el nuevo centro cívico porteño. El objetivo real: el negocio y la especulación inmobiliaria, revalorizando una zona históricamente postergada en la cual incontables propiedades pertenecen al Grupo Macri o a sus amigotes allegados. Proyecto aprobado en la legislatura porteña  gracias a la complicidad de la bancada kirchneristas, que luego se rasgaría las vestiduras y clamaría por la cabeza de Montenegro, responsable político inmediato de la brutal represión.

Cuando cientos de manifestantes intentaron llegar hasta el lugar para repudiar un nuevo crimen contra la salud pública de los más postergados, fueron reprimidos por más de 300 efectivos de la Metropolitana llamados de urgencia para reforzar la seguridad de la zona. Las imágenes hablan por si sola: mientras el macrismo justifica la represión al afirmar que grupos de encapuchados agredían a los “guardianes del orden”, las imágenes solo registraron enfermeros llenos de sangre, mujeres llorando por el gas pimienta, pacientes deambulando en estado de shock y varios periodistas y legisladores exhibiendo los disparos de bala de goma en sus cuerpos. Los únicos cobardes y encapuchados fueron los tiradores de la Metropolitana, quienes dispararon a mansalva encima de la línea de la cintura y a una distancia de cuerpo a cuerpo. El saldo: más de 50 heridos y varios detenidos en las filas de los que se acercaron para demostrar su solidaridad y su compromiso con aquellos que no votan y que son invisibilizados por la sociedad: los mal llamados “locos”. 

Radiografía de la policía Metropolitana

En sus comienzos desembarco en barrios pocos conflictivos como Coghlan, Villar Urquiza y Saavedra, para luego extenderse a los barrios de Villa Crespo y Chacarita. Operativamente es una fuerza de escasa capacidad que no cubre las zonas más “conflictivas” como el sur de la ciudad y las villas. Pese a que es vendida como una nueva fuerza, solo es un reciclaje de la resaca de las fuerzas armadas y la Policía Federal, generando un foco infeccioso de corrupción y abuso de poder. Ya desde su gestación –que contó con el apoyo del Pro, los K y la bancada socialista-, la Metropolitana estuvo mal parida: el escándalo suscitado con el Fino Palacio y Ciro James dejaron en evidencia cual era el corte ideológico de la policía de Macri. Luego del cimbronazo, - ya separado el Fino y unos 40 secuaces que provenían del la Federal- muchos consideraron que la depuración de la Metropolitana era un hecho, pero estaban errados: hoy en día el contingente principal de jefes y oficiales designados por Palacios son los que comandan la fuerza. Los nexos entre la Policía Federal y los mercenarios porteños son aún más escandalosos cuando se comienza a entrecruzar los datos. De los 52 miembros de alto mando que integran la cúpula de la Metropolitana, 42 son oficiales que fueron echados de la Federal, y cuatro de ellos tienen cargo de superintendente. Actualmente son más de 3000 desclazados los que componen la fuerza de choque macrista, 2000 de ellos vienen de la Federal.

El Instituto Superior de Seguridad Pública afirma que busca transmitirles a los cadetes de la policía porteña “aptitudes necesarias para la intervención civilizada en los conflictos, de una manera absolutamente respetuosa de la dignidad humana y concibiéndolos como oportunidades para aprender a coexistir”. Falso en todo sentido, ya que en la práctica uno puede observar todo lo contrario. Actualmente la fuerza “diferente para la seguridad que el vecino necesita” da lugar en posiciones sensibles a ex integrantes de las fuerzas armadas: 186 efectivos son o fueron militares; de esta cifra, 135 efectivos están ubicados en los rangos operativos de oficial y oficial mayor. Pasando en limpio, la Ciudad de Buenos Aires esta siendo patrullada por hombres formados para la guerra y el exterminio del “enemigo”, violando la Ley de Seguridad Pública de la Ciudad. El destino de la mayoría de estos ex militares –en especial los ligados a la Armada- es el de engrosar las filas de unidades operativas especiales, similares al grupo GEOF de la Federal. Esto no es una mera casualidad, ya que Montenegro ha terminado de moldear un grupo de choque rodeado de viejos conocidos: él estudio en el Liceo Naval, se desempeñó como jugador de Rugby en el equipo de dicha institución y respetó las viejas tradiciones familiares, ya que su padre es un ex capitán de navío y director de maestrías de Instituto Universitario Naval. Sin olvidarnos tampoco los cursos en la “Nueva Escuela de las Americas”  de El Salvador o en el Mossad –instituciones caracterizadas por su profundo sentido humanistas similar al que tenían la AAA o la GESTAPO- a los que son enviados los oficiales metropolitanos.

Debutando a lo grande.

Durante dos años y medio, la policía porteña actúo como fuerza de choque en cuatro conflictos: el desalojo del Parque Indoamericano, la represión a los vecinos en el Parque Centenario, el desalojo de la Sala Alberdi y en el Borda. De a poco, los pitucos disfraces a la inglesa que utilizan se fueron manchando de sangre. En los cuatro casos hubo heridos, algunos de gravedad, y en el Parque Indioamericano fueron asesinados Bernardo Salgueiro y Rosemary Chura Puña, quienes solo habían ocupado terrenos en reclamo de una vivienda digna.  En este trágico hecho, el que estaba encargado del operativo era el Mayor Ricardo Ferron, actualmente imputado junto a otros 33 efectivos por doble homicidio en agresión. Ferron además de estar procesado en esta causa, fue denunciando por el ex legislador Marcelo Parilli por haber integrado un Grupo de Tareas de la Policía Federal durante la última Dictadura Militar. El accionar fue similar a lo que sucedió en el Borda: asesinos con chapa disparando indiscriminadamente contra gente desarmada, incluso realizando maniobras distractivas, atacando por la espalda y deteniendo al voleo.  Por suerte, tanto en el Borda como en la Sala Alberdi, no se tuvieron que lamentar muertos en las filas de los manifestantes, pese a que hubo heridos por balas de plomo y no son pocos los testigos que aseguran haber visto cartuchos letales en poder de las fuerzas represivas. Ya nadie debe dudar: frente al primer contratiempo, la Metropolitana no titubea al usar la fuerza indiscriminadamente –incluso utilizar las balas de goma de manera letal al dispararlas a corta distancia- y llevarse preso a cualquiera que pase por ahí.

Si hablamos de “gatillo fácil”, la Metropolitana también esta a la orden del día. En los Tribunales, en los Organismos de Derechos Humanos y coordinadoras antirrepresivas (como CORREPI), las carpetas y denuncias contra agentes de Macri se acumulan a ritmos vertiginosos. Los agentes David Alejandro Barrios y Enzo Fabián Álvarez son dos casos testimoniales de la conducta “preventiva” que estimula el Jefe de Gobierno y toda la banda de crápulas que lo escudan. El 16 de agosto del 2011, Barrios asesinó a Rodrigo Romero de 16 años y a Jesuan Marchioni, de 23. Los jóvenes habían abordado el interno 77 de la línea 79, en el cual viajaba Barrios vestido de civil.  Una de las pistolas que supuestamente utilizaban los presuntos delincuentes en el asalto al colectivo no tenía balas y la otra tenía un solo proyectil y no se podía disparar. Según los testimonios, el policía detectó el asalto y disparó antes de que los supuestos ladrones reaccionaran. A uno lo mató de dos disparos y al otro lo remató en el piso. En lugar de ser apartado por el crimen cometido, Montenegro, y el que por entonces era el jefe de Metropolitana, Eugenio Burzaco, elogiaron la actuación del policía destacando su “valentía y profesionalidad”. Mismos elogios recibió Álvarez,     luego de reducir y fusilar con un disparo en la cabeza a Bruno Pappa, quien había intentado robarle con una replica. Como no podría ser de otra manera, varios más son los oficiales que prefieren disparar antes que preguntar, personal tan necesario y requerido para cualquier tipo de fuerza represiva burguesa.

Culpas compartidas

Mientras los kirchneristas se regodean por dentro con las imágenes de la represión en el Borda, ninguno de la bancada oficialista admite responsabilidades al haberle dado luz verde para la gestación de una fuerza que hoy en día no tiene nada que envidiarle a la Federal. Echarle la culpa exclusivamente a Macri, además de Montenegro, al jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta y al ministro de Desarrollo Urbano Daniel Chaín por el desalojo del Borda, la Sala Alberdi, el Parque Centenario o el Indoamericano sería una injusticia a medias. El Gobierno Nacional, expresado en sus legisladores porteños, se desenvuelve con un grado de cinismo total. Ellos son cómplices porque cuando la “profundización del modelo” lo reclama, no titubean en armar negociados con el Pro- lease el pase de propiedades entre Nación y Ciudad votado en la legislatura porteña, entre otros-. Al mismo tiempo se llenan la boca hablando de DDHH cuando no se responsabiliza de los muertos, heridos y procesados que carga en su “década ganada” desde 2003: más de 5.000 compañeros judicializado por luchar; represión sistemática contra obreros y manifestaciones sociales (Zanón, los Qom, etc); tercerización de la represión mediante las patotas lumpenes; militarización territorial en manos de Gendarmería y Prefectura; uso cotidiano del gatillo fácil, la tortura en cárceles y comisarías. Sin olvidarnos los asesinados en protestas sociales, como Fuentealba, Mariano Ferreira, Cuellar, etc.

“Sin crimen no hay Estado”, afirmó el filosofo Max Stirner. Para todo aquel que se consideren un luchadores de las causas de los más humildes, es una regla de oro desconfiar de las palabras o promesas de aquellos que solo administran pobreza y palos para los más pobres. Todo uniformado es un diente más de ese Leviatan que controla el status quo de un ficticio pacto social que somete, hambrea y asesina a los pueblos. La única manera de enfrentar la represión estatal en todas sus variantes es en la calle, organizados y luchando por romper las cadenas manchadas de sangre que nos atan a nuestra propia perdición, llamada Estado. 

La nota fue publicada en la Revista La Maza del mes de mayo 2013

IMAGENES DE LA REPRESION EN EL BORDA (BARRICADA TV)


martes, 26 de febrero de 2013

“¿DONDE ESTÁ EL GOBIERNO DE LOS DERECHOS HUMANOS SI HOY SE FUSILA UN PIBE POR DIA?”



 Entrevistamos a María del Carmen Verdú, referente de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional, CORREPI.  Cuando muchas organizaciones continúan brindándole derecho a la duda frente a las represiones perpetradas por Gobierno Nacional y otras sostienen que los verdugos que protestan por una mejor paga de sueldo deben ser considerados como  “trabajadores”, Verdú se para en la vereda diferente, donde las palabras Represión y Estado son inseparables.  

por Ezequiel Alvarez

La Maza: Casi toda tu carrera de abogacía la cursaste en plena dictadura ¿Tenías algún tipo de experiencia dentro de la militancia?
María del Carmen Verdú: Antes de ingresar a la carrera, no, pero tenía un pensamiento político, más que nada por osmosis familiar. Mi familia paterna era afín a la línea de pensamiento del viejo socialismo. No tardaron demasiado en sentir simpatía por el Partido Demócrata Progresista de Lisando de la Torre. Mi padre era un hombre de ideas comprometidas, ateo y ávido lector de Spinoza. A los doce años tenía muy claro que todos los milicos y curas eran malos, que la mejor posición frente a la autoridad es confrontarla y discutirla  y que no vivíamos en una sociedad justa. Ingrese a la UBA el 8 de marzo de 1976, tenía 17 años. En esos años salía con un chico que también estudiaba abogacía. Cuando ingrese, me vincule con su grupo de amigos. Al poco tiempo, muchos de ellos empezaron a militar en el radicalismo. En esa época los escuchabas hablar y estaban a la izquierda del Partido Comunista, algo muy gracioso.

LM: Bueno, pero no hace falta mucho para estar a la izquierda del PC…
MCV: Si, es verdad, incluso en ese entonces, en pleno proceso militar. En ese momento había un escenario muy curioso: más allá del origen político y pertenencia partidaria, eran los milicos o nosotros. Ahí es cuando empiezo a ser útil, ya que gracias a una fractura en mi pierna podía ingresar panfletos políticos y pegatinas  en el yeso, burlando tortuosa requisa que hacían los milicos a todos los estudiantes en el ingreso. Hacia el final de mi carrera me vincule con compañeros que teníamos la necesidad de tener un espacio de militancia específico en el aspecto antirrepresivo. Sentíamos que el concepto de DDHH que se manejaba en el CELS, SERPAJ, Madres, Abuelas, se acotaba demasiado  a todo lo que había sucedido hasta ese momento. No analizaban la posibilidad de la violación de los DDHH en Democracia. En 1986 empezamos a meternos con los casos, que llamamos con absoluta “naturalidad”, como gatillo fácil y muertes en cárceles. El nexo siempre fue por vínculos personales y conocidos. Comenzamos a denunciar las muertes en las cárceles, los casos de pibes fusilados en las barriadas. Se habían modificado los métodos represivos, pero ahí estaba, siempre presente, la represión. Aún estábamos muy intoxicados por el tecnicismo característico de un recién egresado, nos faltaba aprender muchas cosas que solo se aprenden en la calle. Todo esto, en plena primavera alfonsinista. Para muchos, éramos marcianos.

CORRÉ PIBE, AHÍ VIENE EL ESTADO

LM: ¿Cuando empezaron a “caminar” la calle?
MCV: Entre 1986 y 1987 empezamos a vincularnos con los casos de “gatillo fácil”. El 8 de mayo 1987 sucede la masacre de Budge, y a partir del repudio popular de la barriada entera fuimos comprendiendo que el camino era la organización y la pelea en la calle. Comprendimos que la solución no era la cuestión técnica en los expedientes, porque es un corset que tiene como primer requisito reconocer y aceptar la legalidad del sistema. Se nos clarificó una idea elemental: la represión es política de Estado que no debe ser considerada como un abuso ni un exceso. No es un  problema de policías  loquitos,  sueltos o reclutados por error y transformados en fuerzas de seguridad, sino que es una necesidad fundante de cualquier Estado que tenga que administrar una sociedad dividida en clases.

LM: ¿Cómo fue la respuesta de estos organismos frente eso planteos?
MCV: Todos los organismos de DDHH nos echaron como perros. El episodio más paradigmático fue en Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, donde nos atendieron varios compañeros entre los que estaban Cata Guagnini del Partido Obrero. Nos contestaron que pretendíamos poner al mismo nivel a víctimas de la represión de la dictadura militar con “tres negritos chupando cerveza, tirados  en una esquina de Budge”. Afirmación que -aparte de tener una ceguera de clase- es un error de concepto teórico fundamental, ya que no se define la violación de DDHH  por la víctima, sino por el victimario. Si el que violenta es el Estado con un objetivo disciplinador, indudablemente es una violación a los DDHH, más allá de si la víctima es o no militante. Ya que, lamentablemente, el terror de la dictadura fue un éxito, el Estado burgués posterior no tenía organizaciones o movimientos fuertes para perseguir. Lo que se propuso hacer es ejercer un severo control social para que nunca más pasara lo de la década de los 70, en que amplios sectores populares e organizaron y enfrentaron al régimen. La dictadura había sido remplazada por un gobierno constitucional porque los gobiernos militares ya no eran necesarios.

LM: ¿Cómo nace Correpi?
MCV: Nace cuando un grupo de compañeros decidimos ocuparnos de la represión de hoy. Empezamos a convocar a reuniones a todos los partidos, organizaciones políticas y estudiantiles. A partir de los casos de gatillo fácil que veníamos agitando – los de la Matanza, Budge, Morón, etc.- nos llegó el caso de Walter Bulacio. Se generó un alto nivel de movilización, era un pibe que iba al Colegio Nacional Rivadavia, asesinado en una comisaría luego de ser detenido por estar parado en una esquina después de un recital de los Redonditos de Ricota. Nos volvimos referentes, no por ser los abogados de la familia, sino por hacer hincapié y acompañar en todo momento a la lucha callejera, las movilizaciones y los reclamos de la familia. Esa visibilidad nos permitió crecer como coordinadora con un claro mensaje antirrepresivo. Funcionamos como una especie de sindicato, ya que es un frente en el que confluyen muchos compañeros de distintas organizaciones. También hay muchos compañeros independientes, como es mi caso, y eso colabora a que no exista una hegemonía.

OJOS QUE NO VEN, LOMOS QUE NO SIENTEN

LM: ¿Qué relación existe entre Los conceptos de  Estado y represión? ¿Se pueden separar?
MCV: No, al menos en todos los Estados que hemos conocido hasta el momento. Los anarquistas dicen que todo Estado es represor. No me considero con suficientes herramientas teóricas como para asegurar eso en abstracto, porque supuestamente un Estado sin clases dominantes  no tendría necesidad de reprimir. En cualquier estructura social donde haya uno que domine a otro van a existir herramientas de poder represivas. El hombre no ha nacido para obedecer, sino para rebelarse. La formación y la cooptación de consenso también entran en ese esquema general. Esto se aplica en mayor o menor medida según cada situación concreta, pero es algo intrínseco a este tipo de sociedades. El nivel de consenso se puede conseguir asegurando un nivel económico “prospero”, porque probablemente el obrero de ese Estado va a tener muchas menos razones para salir a protestar. Pero, cuando se descomponen los “Estados de bienestar”, vemos situaciones como las que viven Europa y varios países del mundo.

LM: ¿Existe una naturalización de la represión?
MCV: Hay una represión selectiva y otra preventiva. La selectiva es aquella que se dirige hacia organizaciones o militantes para dispersar o atentar la lucha y la movilización. La preventiva es una modalidad que se descarga en apariencia de modo indiscriminada sobre el conjunto de la población –gatillo fácil, detenciones arbitrarias, violencia policial,  militarización de los barrios, etc.-, pero que, si lo miras con ojos críticos  te das cuenta de que hay un claro elemento de selectividad de clase. La represión preventiva es de baja intensidad y posee un elemento fundamental: la naturalización hacia dentro de la clase que la padece, acompañado de la invisibilización de esta hacia fuera. Cuando el pibe de barrio te cuenta que lo detuvieron y que lo cagaron a palos, te lo cuenta con absoluta naturalidad porque “la vida es así”. Eso te demuestra que estos mecanismos funcionan porque ese pibe es impregnado de la idea de que cuando viene la cana hay que cruzar de vereda y agachar la cabeza. Nos dimos cuenta de esta naturalización con la causa Bulacio. Los otros once pibes  que estuvieron en el mismo calabozo con Walter, testificaron que después de ser encerrados, se tiraron a dormir en el piso. Uno de esos chicos grabo en la pared del calabozo “caímos por estar parados”. Él quiso decir, que habían caído por no hacer nada en la vereda del Estadio, pero también por no estar organizados y ser quienes eran. Solo se rompe la naturalización con conciencia. El militante es ese pibe de barrio que dio un salto y se organizó. ¿Por qué le decimos represión preventiva? Porque tiene la finalidad de prevenir la organización popular, de amedrentar, de advertir, de disuadir…El Estado busca domesticar a la gente para que sea individualista y no se comprometa y lo hace, en primer lugar, a palos.

LM: ¿Cómo es la vida de un pibe de barrio en Argentina y su relación con la cana?
MCV: En esos barrios pobres que conforman el tejido suburbano, el único contacto de todos los habitantes con el Estado es la policía y su presencia represiva, ya que muchos están fuera del sistema educativo y no hay hospitales. Incluso, en muchos casos la policía ni siquiera está dentro de los barrios, sino en la periferia, en los accesos,  así pueden controlar el flujo de entrada y salida, cercando el perímetro. Esto se ve claramente en el Alto de Bariloche, donde la represión está a la orden del día y han encarcelado a varios compañeros luego de los saqueos de diciembre del 2012. Allí hay ocho pasos que unen la ciudad con los barrios pobres del Alto, en cada uno hay especies de checkpoints donde se controla absolutamente todo. Los pibes del Alto no pueden bajar a la ciudad si no demuestran que van a trabajar o a hacer algo en concreto. Si ese pibe de barrio tiene vínculos con el bachillerato popular del barrio o va a una organización vecinal, va a tener una contención distinta. La burguesía busca la destrucción de cualquier tejido de contención social, porque si ese pibe llega a la adolescencia con la suficiente cantidad de proteínas para que sus neuronas se hayan desarrollado plenamente, y con un pensamiento crítico, se transforma en un grave problema y es blanco de exterminio. Entonces, hay que mandar a la brigada del barrio a que inunde los pasillos de paco para cagarle la vida, y encima, hacer plata.

LM: ¿Que rol le designa el Estado a la escuela?
MCV: La escuela es uno de los lugares fundamentales para la implementación del control social, porque ahí le enseñas al pibe que las leyes se respetan, que cada uno tiene un lugar asignado en la sociedad y en la vida y que debe adaptarse a ello. Una de las  primeras cosas  que se aprende en la escuela primaria, es que el Estado está dividido en tres poderes,  Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y que cada uno tiene una tarea. Eso se refleja en la represión cotidiana. Los legisladores son los que arman la estructura normativa sobre la que se apoya la represión. Esos mismos legisladores son los que condenan la tortura, pero les abren la puerta a otras figuras jurídicas, como los apremios, vejaciones y severidades con las que  se disfrazan las violaciones de los DDHH. El Poder Judicial es cómplice y participe de la represión. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con voto del mismísimo Raúl Eugenio Zaffaroni,  hizo doctrina al afirmar que la tortura no es tortura en Democracia, ya que “en periodos de constitucionales, el Estado no es una maquinaria de oprimir ciudadanos sino que es el garante de sus derechos y garantías”. Entonces, aunque el hecho que estaban discutiendo haya ocurrido en una comisaría, que el autor haya sido un efectivo policial y que se haya corroborado que la persona fue torturada, la Corte afirmó que no era un crimen de lesa humanidad porque era un abuso individual. El caso sucedió en la propia Capital Federal, el torturado se llamaba Bueno Alves y el torturador un policía llamado Rene Jesús Derecho, que llegó a ser el tercer hombre de la cúpula de la Policía Federal de esta democracia.

LM: ¿Qué te genera la caracterización que realizan de este gobierno nacional como “el gobierno de los derechos humanos?
MCV: El kirchnerismo va a pasar a la historia como el gobierno –que desde 1983 hasta el momento- ha tenido más presos políticos, más pibes fusilados con el gatillo fácil y más presos muertos en comisarías y cárceles. Sin olvidarnos de las siete Leyes Antiterroristas que aprobó, cuando Menem no pudo promulgar ni una. Y esto lo logró hacer con consenso, con la máscara de los DDHH puesta. ¿Dónde está el gobierno de los DDHH si hoy se fusila un pibe por día? El kirchnerismo llega al poder como expresión de la variante útil para recomponer la legitimidad y gobernabilidad  de las instituciones burguesas debilitadas y seriamente cuestionadas por toda la sociedad luego de la crisis del 2001. Kirchner estaba convencido que no debía ni podía ser un nuevo Duhalde.  Mientras no lograra recomponer las cosas, no podía enfrentar una situación similar a la masacre del Puente Pueyrredón. Durante el periodo del 2003 hasta el 16 de julio del 2004 –día de la represión en la Legislatura Porteña-, sosteníamos que el gobierno reprimía y muchos nos volvían a mirar como marcianos. Nuestro análisis de su política represiva,  en ese momento,  era “toda la represión necesaria, con todo el consenso posible”. El kirchnerismo logró, en gran parte gracias a un bolsillo abultado, encontrar y comprar un consenso que le permitió reprimir y que los únicos que salgan a la calle sean los que están concientizados o militando. Haber logrado pintarse la cara con los colores de los DDHH y autodenominarse “gobierno de los DDHH” es una de las herramientas represivas más eficaces que han sabido usar.






La entrevista fue públicada en la revista La Maza de marzo 2013



           DATOS BASICOS A TENER EN CUENTA CUANDO ALGUIEN CAE EN CANA